Para ti, que compartes conmigo este trayecto.

martes, 14 de junio de 2011

¿Me sueñas?

Jorge Luis Borges, 1899-1986.


El sueño.
Si el sueño fuera (como dicen) una 
tregua, un puro reposo de la mente, 
¿por qué, si te despiertan bruscamente, 
sientes que te han robado una fortuna? 

¿Por qué es tan triste madrugar? 

La hora nos despoja de un don inconcebible, 
tan íntimo que sólo es traducible 
en un sopor que la vigilia dora 
de sueños, que bien pueden ser reflejos 
truncos de los tesoros de la sombra, 
de un orbe intemporal que no se nombra 
y que el día deforma en sus espejos. 


¿Quién serás esta noche en el oscuro 
sueño, del otro lado de su muro?


Jorge Luis Borges.

Así.


El cuerpo de esta mujer es una ciudad que puede habitarse.
Una estación de tren donde no espero a que llegues, 
porque estoy, simplemente, donde eres. 

Rogelio Guedea, 2011.

lunes, 13 de junio de 2011

13 de junio, Fernando.

Fernando Pessoa, 1888-1935.

De música...


La música, la luz de la luna, la ironía y los sueños son mis armas mágicas.
Pero por música no debe entenderse solo aquella que se toca, 
sino también aquella que queda eternamente por tocar. 


Mi alma es una orquesta oculta;
no sé qué instrumentos tañe o rechina,
cuerdas y harpas, timbales y tambores, dentro de mí.
Sólo me conozco como sinfonía.



Fernando Pessoa.

viernes, 10 de junio de 2011

Otra vez.



Hay que volver y traspasar mareas.
Anclarse en los besos y en la piel de sal.
Quemar las horas amantes de las olas.
Deslizar las manos deseosas de explorar. 

Hay que confiar en los mapas y en sus rutas.
Escuchar los ecos y perderse en altamar.
Zarpar en los alientos de la noche.
Entregar el horizonte sin dudar.

Hay que atreverse a navegar en la tormenta.
Despertar en la humedad de las sábanas de espuma.
Conquistar cada isla de los cuerpos.
Enfrentar el naufragio y encallar.  

A.

Llorarlo todo, pero llorarlo bien...



Llorar a lágrima viva
 

Llorar a chorros.
Llorar la digestión.
Llorar el sueño.
Llorar ante las puertas y los puertos.
Llorar de amabilidad y de amarillo.


Abrir las canillas,
las compuertas del llanto.
Empaparnos el alma,
la camiseta.

Inundar las veredas y los paseos,
y salvarnos, a nado, de nuestro llanto.

Asistir a los cursos de antropología, 
llorando.

Festejar los cumpleaños familiares,
llorando.
Atravesar el África,
llorando.


Llorar como un cacuy,
como un cocodrilo...
si es verdad 
que los cacuyes y los cocodrilos
no dejan nunca de llorar.


Llorarlo todo,
pero llorarlo bien.
Llorarlo con la nariz,
con las rodillas.

Llorarlo por el ombligo,
por la boca.

Llorar de amor,
de hastío,
de alegría.
Llorar de frac,
de flato, de flacura.
Llorar improvisando,
de memoria.

¡Llorar todo el insomnio y todo el día!


Oliverio Girondo

Yo tampoco.

No confío en las canciones en las que no se puede leer entre líneas.

Nick Cave,1998.

miércoles, 8 de junio de 2011

En la servilleta.



El amor en una esquina clandestina
En el campo de batalla y en lo osado

El amor en un lunar que se arrebata
En el mar y en el tiempo sin orillas

El amor en un espejo que se escapa
En la brisa y en la estrella a lontananza

El amor en la tinta y en la sombra
En la tarde y en los labios en ayunas

El amor en la lluvia repentina
En las manos y en metáforas que lloran

El amor en un barco anclado en tierra
En el gesto y el horario que no llega

El amor en el insomnio de tus brazos
En el vino y el jazmín a quemarropa

El amor que se gana sin ser nadie.
El amor que se pierde siendo todo.

A.

martes, 7 de junio de 2011

La abuela.


Hace mucho tiempo que no te escribo, abue. Quizá porque desde que no estás, todo lo que he querido decirte lo he hecho en voz alta, cantando, o en susurros, como contándote un secreto. Pero hoy que es un día especial, quiero recordarte en estas letras y ‘ponerte al día’; como siempre me decías cuando hablábamos largas horas por teléfono, o en esas interminables cartas que nos escribíamos.

Siempre presumo de mi herencia cubana y te echo la culpa de que me guste la rumba, de que no pueda evitar mover los pies al son de la música: No puedes negar a la Caridad del Cobre, recitabas mientras me veías bailar. Y cómo hacerlo, abue, si lo aprendí de ti, si me enseñaste a escuchar los compases y los ritmos, a aplaudir mientras movía los hombros y la cabeza, a sincronizar los pies y a mover con cadencia la cintura.

- Atención con las percusiones, niña.

- ¿Con las qué?

- Con los tambores, caramba. Ahí está el secreto del buen ritmo.

Bien decías que mi padre no se había equivocado al llamarme como tú, y ahora lo entiendo yo también. Conservo, desde que me enseñaste a leer, un inmenso amor y placer por la lectura; siempre cargo un libro porque con un libro nunca te sentirás sola, ¿te acuerdas?

Muchas de mis grandes pasiones se las debo a tu sangre, a tus lecciones, a tantos y tantos momentos compartidos; pero, sobre todo, se las debo a tu ejemplo. No puedo evitar maravillarme cuando miro los botones, sus colores y formas; y apareces en mi mente en esa máquina de coser donde convertías un retazo de tela en un 'vestidito', un encaje en una capa, y así nos bordabas sueños y personajes imaginarios.


Lo mismo me sucede con los timbres y las monedas. Contigo descubrí el significado de coleccionar, reunir y cuidar con esmero pequeños objetos. Yo cambié los botones por las canicas, los timbres por postales y las monedas por piedras.

Ya no sé tejer tan bien como me enseñaste, pero tengo tu sazón.

He olvidado las lecciones de piano, pero soy entonada y canto todas las noches antes de dormir.

Tengo años de no ir a la iglesia pero soy voluntaria en un asilo. Voy a leerle a los “abuelitos” dos veces por semana [a ti te encantaría ese lugar].

No me arreglo tanto como tú, pero me pinto los labios aunque me esté llevando la tristeza.

No cuido violetas pero sí un bambú.

Ah, pero eso sí, volví a La Habana, como te lo prometí. Y me senté en el malecón a comer helado y escuché tus palabras, claritas, como me las dijiste años atrás cuando fuimos juntas:

Aprende a observar el mar, a escucharlo. Busca estar cerca del agua. Encontrarás refugio y respuestas. Te lo dice la hija de una isla. Tú tienes la cabeza en el cielo y echarás raíces en tu corazón. Pero los pies, mi’jita, los tienes en el agua.

Son las palabras más sabias que me han dicho, abue. Y no las olvido. Como tampoco te olvido a ti.


Posdata: una última confesión. Cuando regreso al Palacio de Bellas Artes, de vez en vez, me escapo al Sanborn’s de Los Azulejos y pido una malteada de chocolate. Nada más por el puro gusto de recordar los días en que íbamos juntas después de los conciertos. ¿Ves?



Sobre la memoria.

Jorge Semprún, (1923-2011)

“...yo creo que es un problema que hay que tratar con mucho tacto porque, en efecto, reconstruir la memoria, si se hace de una forma grosera, de una forma incorrecta puede despertar heridas. 


Aunque hoy las heridas directas se han ido apaciguando porque ha pasado tiempo, son generaciones nuevas. 


Lo mejor es mantener la idea de que la sociedad tiene hoy necesidad, como tenía necesidad de amnesia hace unos años, de memoria, de recordar y que eso es lo esencial”.


Jorge Semprún, 2011.

miércoles, 1 de junio de 2011

Dance Me To The End Of Love.

Leonard Cohen, Premio Príncipe de Asturias de las Letras, 2011.

Dance me to your beauty with a burning violin
Dance me through the panic 'til I'm gathered safely in
Lift me like an olive branch and be my homeward dove

Dance me to the end of love
Dance me to the end of love 

Oh let me see your beauty when the witnesses are gone
Let me feel you moving like they do in Babylon
Show me slowly what I only know the limits of 

Dance me to the end of love...