Para ti, que compartes conmigo este trayecto.

martes, 22 de marzo de 2011

Con cariño.



Para ti, mi querido Constantino, amigo y maestro.

“Hola, gracias por seguirme, ya te sigo. Bonita tarde”. Recibí este mensaje hoy a través de Twitter. Fue la respuesta de alguien a quien empecé a seguir esta mañana gracias a un retweet que apareció en mi TL. Además de que me llamó la atención el tema que estaba compartiendo, su apellido no me hizo dudar, ni un segundo, que me interesaba tener contacto con ella. Qué tal si…

Después de responder a su gentileza, le solté la pregunta. No podía quedarme con la duda de si tenía algún parentesco con quien yo me imaginaba. “Era mi papá, ¿de qué lo conoces?”, fue su respuesta. Sentí que se me hinchaba el pecho, una emoción tremenda; de golpe surgieron a raudales recuerdos entrañables.

A Constantino lo conocí mientras trabajaba en el Munal. Fueron años de convivencia, días y noches montando exposiciones, intercambiando proyectos. Se nos iban como agua infinidad de horas platicando, brincando de un tema a otro. Él, siempre atento, dispuesto a escuchar y a brindar un consejo, o un regaño, según fuera el caso. Admiraba su profesionalismo, era un gran museógrafo, talentoso, creativo, abierto a propuestas nuevas, generoso para compartir sus conocimientos. Pero, sobre todo, era un ser humano extraordinario, alguien a quien tenías que beberle tanta capacidad e imaginación.

-”Ay, Pichusita, esa cabecita loca, siempre me pone en aprietos-“, solía decirme. Me cuestionaba, me hacía sustentar cada idea, cada estrategia educativa que acompañaba el guión museológico. Nada era “porque sí”. Me retaba, de la mejor forma, a experimentar. Con él aprendí a explorar innumerables recursos lúdicos, a realizar ejercicios de apreciación gráfica y espacial. A darle forma a conceptos artísticos sin miedo a mezclar soluciones museográficas. Me enseñó que se podía utilizar todo, absolutamente todo, mientras tuviera un objetivo claro de aprendizaje y disfrute. Fue un excelente maestro, invaluable.

Una de las anécdotas que recuerdo con mayor cariño, fue durante una fiesta de fin de año. Solíamos organizar concursos de tarjetas navideñas, premios al mejor disfraz. En esa ocasión, optamos por el tradicional ‘intercambio’. Al terminar la cena, comenzó la entrega de regalos. Llegó el turno de Constantino. Con su caminar tan singular y su sonrisota, se acercó y me entregó un libro. Nos dimos un abrazo largo, sentido, con un enorme cariño. Escogió para mí un libro de numismática, con unas ilustraciones hermosas y de un gran valor histórico y artístico. Pero lo mejor, fue su dedicatoria. Me hizo saber el cariño que me tenía y lo que atesoraba mi amistad. Es uno de mis libros más preciados.

Supe de su muerte cuando ya no trabajaba en el Munal. Vivía fuera de México y no pude despedirme de él. Lo recuerdo muy a menudo y cada vez que visito una exposición, parece que lo escucho. Sonrío.

Festejo la fortuna de poder coincidir con su hija. Y aun cuando no tengo el gusto de conocerla, tenemos una cita pendiente en mi próxima visita a México. Antes de despedirnos vía DM, le escribí: “Me gustaría abrazarte a ti y a tus hijas; por  los tantos abrazos que le di a tu papá”. Su respuesta no pudo ser mejor: “ Le leí a mis hijas tus tuits. Opinamos que debes amistarte con toda esta casa. Ven pronto, tú di cuando. Toda esta casa es muy Lamerias, ya lo verás”.

No lo dudo ni un segundo. Tanto amor, se lleva en la sangre.






2 comentarios:

  1. Tantas cuentas, tantos nicks, tantos tweets y coincidir, una maravilla.
    No tuve la fortuna de conocer al padre, pero conocer a la hija es un privilegio.

    ResponderEliminar
  2. La maravilla de Twitter. Encuentros fortuitos que se traducen en gozo. Gracias por tu comentario.

    ResponderEliminar