Para ti, que compartes conmigo este trayecto.

lunes, 21 de febrero de 2011

No existe el infinito...


Foto: Enzo Penna

No existe el infinito:
el infinito es la sorpresa de los límites.
Alguien constata su impotencia
y luego la prolonga más allá de la imagen, en la idea,
y nace el infinito.


El infinito es el dolor
de la razón que asalta nuestro cuerpo.
No existe el infinito, pero sí el instante:
abierto, atemporal, intenso, dilatado, sólido;
en él un gesto se hace eterno.


Un gesto es un trayecto y una trayectoria,
un estuario, un delta de cuerpos que confluyen,
más que trayecto un punto, un estallido,
un gesto no es inicio ni término de nada,
no hay voluntad en el gesto, sino impacto;
un gesto no se hace: acontece.


Y cuando algo acontece no hay escapatoria:
toda mirada tiene lugar en el destello,
toda voz es un signo, toda palabra forma
parte del mismo texto.




Chantal Maillard, "Matar a Platón" 2004

domingo, 20 de febrero de 2011

Song of the Open Road




Listen, I will be honest with you
I do not offer the old smooth prizes
But offer rough new prizes
These are the days that must happen to you:
You shall not heap up what is called riches,
You shall scatter with lavish hand all that you earn or achieve.
However sweet the laid up stores,
However convenient the dwelling, you shall not remain there.
However sheltered the port, however calm the waters, you shall not anchor there.
However welcome the hospitality that welcomes you,
You are permitted to receive it but a little while
Afoot and lighthearted, take to the open road
Healthy, free, the world before you, the long brown path before you, leading wherever you choose.
Say only to one another:
Camerado, I give you my hand!
I give you my love more precious than money;
I give you myself before preaching and law:
Will you give me yourself?
Will you come travel with me?
Shall we stick by each other as long as we live?

Walt Whitman (1819–1892).  Leaves of Grass.  1900. 

sábado, 12 de febrero de 2011

Escribir es una forma de supervivencia.


Living at risk is jumping off a cliff and building  your own wings on the way down. Ray Bradbury.


¿Qué se aprende escribiendo?


Primero y principal, uno recuerda que está vivo y que eso es un privilegio, no un derecho. Una vez que nos han dado la vida, tenemos que ganárnosla. La vida nos favorece animándonos y pide recompensas. Así que si el arte no nos salva, como desearíamos, de las guerras, las privaciones, la envidia, la codicia, la vejez ni la muerte, puede en cambio revitalizarnos en medio de todo.

Segundo, escribir es una forma de supervivencia. Cualquier arte, cualquier trabajo bien hecho lo es, por supuesto. 


No escribir para muchos de nosotros es morir.

Debemos alzar las armas cada día, sin excepción, sabiendo quizás que la batalla no se puede ganar del todo, y que debemos librar aunque más no sea un flojo combate. Al final de la jornada el menor esfuerzo significa una especie de victoria. Acuérdense del pianista que dijo que si no practicaba un día, lo advertía él; si no practicaba durante dos, lo advertirían los críticos, y que al cabo de tres días se percataría la audiencia.

Hay de esto una variante válida para los escritores. No es que en esos pocos días se vaya a fundir el estilo, sea lo que fuere. Pero el mundo le daría alcance a uno, e intentaría asquearlo. Si no escribiese todos los días, uno acumularía veneno y empezaría a morir, o desquiciarse, o las dos cosas.

Uno tiene que mantenerse borracho de escritura para que la realidad no lo destruya.

Porque escribir facilita las recetas adecuadas de verdad, vida y realidad, que permiten comer, beber y digerir sin hiperventilarse y caer en la cama como un pez muerto.

En mis viajes he aprendido que si dejo de escribir un solo día me pongo inquieto. Dos días y empiezo a temblar. Tres y hay sospechas de locura. Cuatro y bien podría ser un cerdo varado en un lodazal. Una hora de escritura es un tónico. De nuevo en pie, corro en círculos clamando por un par de polainas limpias.

Del libro "Zen en el arte de escribir" de Ray Bradbury.

miércoles, 9 de febrero de 2011

Deseo un encuentro cuerpo a cuerpo...

Cadáver Exquisito
 Por: Angelina De la Cruz, Adriana Reid, Martha Montero, Guiyermo y Raúl Casamadrid, 3 de febrero de 2011.

Deseo un encuentro cuerpo a cuerpo 
que desgrane la noche.
Atrapar tu mirada en algún parpadeo,
para asomarme al misterio del tiempo que no habito...
Ser tu final y tu principio.
Apagar la iridiscencia de tu aura enceguecedora,
escaldar con este frío de mi opaca presencia
tu luz inasible...
Mirar los celos que guardan tus labios de tus besos,
abrazar al aire que se dispersa
en un vendaval
de extravío y ausencia
contigo...
Sin límite de caricias,
sin pausas de exploración.
Habitar tus recovecos y pronunciar tus deseos.
Gritar y transitar,
hasta descubrir en tu sexo el ritual de tus jadeos...

Deseo un encuentro piel a piel,
que desgarre tu deseo.
Penetrar en los laberintos de tus fantasías,
exorcizar miedos,
esas monomanías de afrodita reprimida,
esos habitantes mórbidos agasajados
en la esquina lúbrica de tus apetitos.

Deseo tu deseo.
Deseo que el espejo nos refleje gota a gota.
Deseo que el laberinto del que somos presa guarde
la humedad de tu noche
y el nacimiento de cada día en tu piel,
en tus manos y en tu vientre.

Deseo tus espasmos 
y el momento de tu muerte en mis manos,
en mis labios,
en mi muerte…

Un encuentro carnal que no se agote y confunda las fronteras corpóreas.
Que nos disuelva en la otredad que a veces somos para mostrarnos unidad líquida
y navegación que emprende ruta firme
hacia los vericuetos del placer de dos…

Deseo anunciarme en tu destino,
cada noche, al borde de tus labios.
Formar metáforas fluidas.
Prender la quietud amordazada de los cuerpos.
Que encuentres tus palabras en mi vientre
y yo embriagarme de tu boca.
Deslizar nuestros dedos en cada guarida
y consumar las ansias.

Deseo romper el himen de tus recatos,
descubrirme entregado sin reserva,
entregarte al desenfreno de tus pulsiones,
hallarme en tus perversiones
que son fiebre, delirio, frenesí y furor…

Deseo que tu pasión no sea otra cosa que la mía,
que la ventana nos mire como se mira la tormenta:
imparable, inasible, indómita, ingobernable.
Que la sombra de tu talle nos envuelva
a cada gota en nosotros,
para nosotros.

Somos tú y yo la brújula que marca el norte,
delineamos nuestro destino caricia tras caricia…
Los labios se abren en flor, la entrega es profunda,
nos anidamos en nosotros mismos y seguimos cavando
para encontrar el grito profundo y primitivo que nos alienta.
Quiero redimir el placer. Desanudar arrebatos.
Guardar en nuestros muslos el eco de la lujuria.
Frotarnos, rasgarnos, no dejar sedientas las ganas.
Mordernos como un acto afirmativo, como un sortilegio clandestino…
Un encuentro cuerpo a cuerpo sella ahora nuestro pacto.

Un encuentro piel a piel:
te tiendes yerta, sonriente, descarada…
Abierta y lujuriosa sin cadenas
-nuestro viaje apenas empieza con la entrega-,
en la perpetua orgía de los sentidos; apenas,
en el borde de nuestros incendios.

Y es ahora que la piel es plena,
que la piel es una;
es ahora cuando tu voz es mi grito,
es mi agonía;
es ahora que vuelves en tí volcándote en mí,
ahora que somos, que fuimos, que seremos siempre.