Para ti, que compartes conmigo este trayecto.

lunes, 10 de enero de 2011

Mi causa.

"El caballito" de Manuel Tolsá.




Para el “Pelón”

Hace unos días, platicando con una querida amiga acerca de la importancia de generar y realizar talleres de educación artística en diferentes ciudades del país y leyendo un extraordinario artículo de Martha Nussbaum, no pude evitar recordar a mi gran amigo “Pelón”.

Algunos años atrás, cuando coordinaba el area educativa del Museo Nacional de Arte (Munal) arrancamos un proyecto que para mí ha sido uno de los más importantes en mi vida profesional y personal. Como parte de nuestras funciones sustantivas, instrumentamos actividades, materiales lúdicos,  impresos y varias estrategias de apreciación artística para atender en el museo a públicos vulnerables: niños y jóvenes con necesidades especiales, adultos mayores, niños trabajadores, entre otros.

El objetivo era cumplir uno de los propósitos que tiene un museo: convertirse en un espacio vivo, fomentar la integración y lograr una experiencia significativa frente a la obra de arte.

Sin embargo, había un grupo que me interesaba acercar, de manera personal, al espacio del museo: los niños de la calle. De noche, la puerta y la fachada del Munal y los alrededores de la Plaza Tolsá se convertían en uno de los lugares favoritos de estos chavos para reunirse y dormir. No era raro encontrarlos en las mañanas durmiendo hechos “bolita” afuera del museo.

Así conocí al “Pelón”. Era el único que hablaba. Conforme ibamos llegando, se aventaba el piropo, el insulto o simplemente preguntaba cualquier cosa. “Según el sapo la pedrada”, alguna vez me dijo. Lupita, la secretaria, aceleraba el paso; les tenía miedo. Otros, la gran mayoría, ni volteaban, sentían asco. A esos era a los que peor les iba en cuanto a insultos. A mí me daba coraje verlos ahí tirados, drogados y desde luego, armaba mis historias: ¿cuánto tiempo tendrán en la calle? ¿dónde están sus papás? ¿qué tanto habrán visto y hecho en su corta vida? ¡Carajo, pero si son unos niños!

Yo, cual desparpajada que soy, generalmente llegaba cantando. Lo hacía a propósito porque había notado que el “Pelón” se interesaba por saber qué era lo que cantaba -“cantas re feo, pero la canción está bonita”- (lo cuál era y es absolutamente cierto). Pero una mañana, cambió totalmente la forma de dirigirse a mí –“ora si te voy a agarrar las nalgas”-. Sin pensarlo, me salió del alma decirle “pues órale, ya te estás tardando ¡párate!”.

Me metí al museo y él, atrasito de mí. Ahí comenzó la historia. Jamás se imaginó lo que encontraría. Se maravilló de los techos, de las escaleras, se quedó mirando el piso por horas. Obvio, se olvidó de mis nalgas.

Pasé prácticamente toda la mañana enseñándole el museo. Me sorprendió su capacidad de observación, las preguntas que hacía, los detalles en los que reparaba. “-¿Quién es el dueño de todo esto?”- Tú, yo, todos los mexicanos. Es nuestro patrimonio. Después de 139 preguntas yo estaba agotada y él, radiante. Se fue.

Ese día nació el programa “El Museo y los niños de la calle” el cual duró cinco años ininterrumpidos mientras estuvimos en el Munal. Se extendió a todos los museos del INBA; capacitamos al personal de los museos, custodios, guardias de seguridad, guías, promotores culturales en varios estados de la República. Algunos proyectos fructificaron otros, lamentablemente, no.

Aún cuando a varios años de distancia no puedo medir su impacto real, estoy segura que en algo incidimos. Cambiamos mentalidades, rompimos con muchos estereotipos, marcamos un precedente. Sé también que los chavos, aunque sea por un momento, descubrieron otra manera de ver el mundo, se reconocieron sensibles, creativos, integrados. Claro, sin olvidar su realidad inmediata.

Y todo esto viene a colación porque creo que es a través de pequeñas acciones que podemos transformar una problemática. Quizá a una escala menor, pero contundente. Desde nuestra trinchera, tratando de ser mejores personas, predicando con el ejemplo, con actitud y trabajo, compromiso y solidaridad. Para mí, hoy por hoy, esa es mi causa. 

4 comentarios:

  1. Gracias, amiga. Valoro muchísimo tu opinión pero, sobre todo, tu amistad y cercanía.

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  2. Me gustó el texto, pero más me gustó la historia, quizás porque yo me hago las mismas preguntas cuando los veo en el Munal o en cualquier parte de esta tremenda ciudad! Felicidades y gracias por ese proyecto, no lo conocí, pero creo que de una y muchas maneras ayudó en algo a esta sociedad mexicana. Gracias por luchas desde tu trinchera.
    Saludos @pamiparras

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  3. Gracias, Pam. Estoy convencida que de eso se trata. Hay tantas cosas que nos gustaría resolver...Esfuerzos conjuntos, sumar y multiplicar.
    Te mando un beso.

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