Para ti, que compartes conmigo este trayecto.

domingo, 2 de enero de 2011

Inmaculada*

Sus días trascurren igual, la rutina es la misma, se ha vuelto esclava de su propia cotidianidad. Pero en su caso, todo ha sido elección, no circunstancia. El atuendo de siempre, el ánimo perenne, la mirada distante, el cuerpo vencido. Su oficio no la hace feliz; lo entiende bien, no se puede mentir.

Cada noche se cita con el placer. Llega osada, sin recato, sin descanso. Con cada cuerpo que se posa sobre ella, se transforma, sutílmente, bajo el encanto del grito y del jadeo. Marchados los clientes detiene el vaivén, relaja sus brazos y cierra las piernas, custodiando celosamente la guarida de los deseos.

Se desnuda y despinta. Se lava y se frota. No logra quitar la sensación de labios groseros que la han ofendido, de manos que la insultan, que la marcan. Sabe que masturbándose es la única forma que tiene de volver a ser niña; el trayecto de descubrimiento que realiza sin descanso, cada noche, es la evocación de esa primera vez. No importa cuántos la posean cuántos la toquen, cuántos la penetren. En ese momento, sólo en ese, puede volver a ser virgen, inocente. Tocarse es un acto de fe.

Lentamente, se despoja de ella misma y comienza el ritual de purificación. El pulso acelera; ancladas las manos al cuerpo, explora su piel, recorre las zonas de sus estímulos. Los dedos se deslizan inocentes. Llegan a lo convexo, a lo profundo, a lo sagrado. Los jugos se desbordan impregnando con su aroma el ambiente. Los pezones se encienden, se elevan. Son púrpura y frenesí. Ella renace y regresa la luz a su rostro. Hay destellos en su mirada, se sonroja; vuelve a sentir pudor y se cubre con la manos, como quien oculta la vergüenza.

Antes de caer rendida, saborea sus dedos; el último acto devocional del día. Ya en silencio, se entrega a la gracia del sueño. Inmaculada se sabe, una vez más, libre de culpa.


*Texto elaborado para el concurso "tuiteras prostitutas"

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