Para ti, que compartes conmigo este trayecto.

viernes, 21 de enero de 2011

Corriente alterna

Foto: Steve Snodgrass


Una noche —y otra noche— el juego del hacer: la escritura. El pensamiento de la letra. Lo que piensa la a. Lo que piensa la e. Lo que piensa la o al unirse a la r. O la g al unirse a la a. Ir más allá de las propias palabras para ir más allá de nosotros mismos. Una suma de lo que se dice y lo que no. O una multiplicación de distancias y deseos. Por ejemplo: no es lo mismo escribir “estoy lejos” que estar lejos, como tampoco es lo mismo pensar “estoy lejos” que escribir “estoy lejos” estando realmente lejos. Esto: no. Mejor aún: escribir “deseo” y ahí mismo, donde se diga, dejar un sembradía desolado. Escribir amor y ahí mismo, donde se diga, reducirnos a cenizas. Ir contra la corriente del lenguaje. Ser el lenguaje y ahí mismo, donde se diga, fluir en su río de transparencias.

Rogelio Guedea, Para / caídas.

domingo, 16 de enero de 2011

LeLove

Foto: Lina Martins.


"You may not be her first, her last, or her only. She loved before she may love again. But if she loves you now, what else matters? She’s not perfect - you aren’t either, and the two of you may never be perfect together but if she can make you laugh, cause you to think twice, and admit to being human and making mistakes, hold onto her and give her the most you can.  She may not be thinking about you every second of the day, but she will give you a part of her that she knows you can break - her heart. So don’t hurt her, don’t change her, don’t analyze and don’t expect more than she can give. Smile when she makes you happy, let her know when she makes you mad, and miss her when she’s not there."

Bob Marley

jueves, 13 de enero de 2011

Hoy



Trescientos sesenta y cinco días. 

Mi vida según Calamaro




¿Masculino o femenina?
Flaca

Descríbete:
Sin documentos

¿Cómo te sientes?
El Tilín del Corazón 

¿Dónde vives actualmente?
El Palacio de las flores

¿Si pudieras ir a cualquier otra parte, a dónde irías?
La Parte de Adelante

Tu medio favorito de transporte:
100 pájaros volando

Tus mejores amigos son:
Sexy y Barrigón

Tu color favorito es:
Tinta roja

¿Cómo está el clima?
Corte de Huracán

Tu momento favorito del día:
Nunca es igual

Si tu vida fuese un programa de televisión se llamaría:
5 minutos más

Tu regalo ideal de cumpleaños sería:
Lo que nunca se olvida

¿Qué es la vida para ti?
Carnaval de Brasil

Cómo es tu relación:
Soy tuyo

Tu miedo:
La mirada del adiós

¿Cuál es el mejor consejo que puedes dar?
Ser feliz 

Si pudieras elegir otro nombre, ¿cuál sería?
Paloma

Un pensamiento para hoy:
Te quiero igual

Cómo quisieras morir:
Loco por ti

El estado actual de tu alma:
Melodía de arrabal

Tu mayor secreto:
El tercio de los sueños

Tu lema:
Engánchate conmigo

martes, 11 de enero de 2011

Vivir en México

Gracias a mi amiga Bettina Bugeda por permitirme compartir su texto.

Mis amigos y parte de mi familia que viven en el extranjero me preguntan: ¿Qué pasa en México? ¿Cómo se puede vivir así?  Responder no es fácil. ¿Qué pasa en el país? Pasan tantas cosas que es muy difícil procesarlas, entenderlas y explicarlas. La violencia generada por la guerra contra el narco es quizá la más evidente para todos, se muestra desinhibida en todas partes: secuestros, homicidios, guerra, decapitados, extorsión, torturados, levantados, balas, armas,  sangre y tantas palabras que se van acumulando que casi podrían llenar un diccionario. Los encabezados de los periódicos lo mencionan día tras día, los trescientos sesenta y cinco días de cada año, desde hace por lo menos cuatro, cuando comenzó esta guerra, y los editorialistas, intelectuales y analistas intentan descifrarla.  

Ayer, por ejemplo, el gobierno le debatía a  la Comisión Nacional de Derechos Humanos sobre el número de migrantes secuestrados (si eran 20,000 o 10,000) como si el delito y la aberración fueran más o menos graves por el número de casos. Y la violencia no se circunscribe a la guerra contra el narco, ni a los cárteles ni a la droga. Está en todas partes: en las mujeres encarceladas por “homicidio en razón de parentesco” que abortaron de manera espontánea en Guanajuato, en el asesinato de Marisela Escobedo como consecuencia de la liberación del asesino confeso de su hija, en las violaciones a los derechos humanos en Atenco y a Lydia Cacho por denunciar la explotación sexual de menores y en tantísimos otros expedientes que abarrotan los archivos de los tribunales a lo largo y ancho del país. Y también está en la destrucción sistemática de nuestro medio ambiente, de nuestros bosques y selvas, de nuestros ríos y en general de nuestro entorno que mina, día a día, nuestra calidad de vida y nuestra salud. Para muestra un botón: el proyecto de minería a cielo abierto que pretende llevar a cabo la empresa canadiense First Majestic en “Wirikuta”, San Luís Potosí, lugar sagrado de los Huicholes, declarada Sitio Sagrado Natural y Área Natural Protegida por la presencia de especies endémicas y su importancia para la conservación de las aves.

Y no se queda ahí la mentada violencia, también está en las escuelas y en “la líder” de un  sindicato que deciden cómo y quién educa a los niños del país que se van quedando rezagados, frente a otros niños en otros países, sin importarles un comino su futuro.  Y en los partidos políticos y los legisladores que no representan casi a nadie y deciden -cuando les da la gana, que es muy pocas veces-  por todos como si tuvieran la legitimidad real para hacerlo. Y en tantas cosas más.

En fin, la lista es larga y las respuestas a lo que está pasando escasas, o más bien nulas, diría yo. Las que me vienen a la mente son tres: impunidad, corrupción generalizada y falta de ciudadanía ¿Alguien me ayuda a responder qué está pasando en México? ¿Cómo se puede vivir así?  

lunes, 10 de enero de 2011

Mi causa.

"El caballito" de Manuel Tolsá.




Para el “Pelón”

Hace unos días, platicando con una querida amiga acerca de la importancia de generar y realizar talleres de educación artística en diferentes ciudades del país y leyendo un extraordinario artículo de Martha Nussbaum, no pude evitar recordar a mi gran amigo “Pelón”.

Algunos años atrás, cuando coordinaba el area educativa del Museo Nacional de Arte (Munal) arrancamos un proyecto que para mí ha sido uno de los más importantes en mi vida profesional y personal. Como parte de nuestras funciones sustantivas, instrumentamos actividades, materiales lúdicos,  impresos y varias estrategias de apreciación artística para atender en el museo a públicos vulnerables: niños y jóvenes con necesidades especiales, adultos mayores, niños trabajadores, entre otros.

El objetivo era cumplir uno de los propósitos que tiene un museo: convertirse en un espacio vivo, fomentar la integración y lograr una experiencia significativa frente a la obra de arte.

Sin embargo, había un grupo que me interesaba acercar, de manera personal, al espacio del museo: los niños de la calle. De noche, la puerta y la fachada del Munal y los alrededores de la Plaza Tolsá se convertían en uno de los lugares favoritos de estos chavos para reunirse y dormir. No era raro encontrarlos en las mañanas durmiendo hechos “bolita” afuera del museo.

Así conocí al “Pelón”. Era el único que hablaba. Conforme ibamos llegando, se aventaba el piropo, el insulto o simplemente preguntaba cualquier cosa. “Según el sapo la pedrada”, alguna vez me dijo. Lupita, la secretaria, aceleraba el paso; les tenía miedo. Otros, la gran mayoría, ni volteaban, sentían asco. A esos era a los que peor les iba en cuanto a insultos. A mí me daba coraje verlos ahí tirados, drogados y desde luego, armaba mis historias: ¿cuánto tiempo tendrán en la calle? ¿dónde están sus papás? ¿qué tanto habrán visto y hecho en su corta vida? ¡Carajo, pero si son unos niños!

Yo, cual desparpajada que soy, generalmente llegaba cantando. Lo hacía a propósito porque había notado que el “Pelón” se interesaba por saber qué era lo que cantaba -“cantas re feo, pero la canción está bonita”- (lo cuál era y es absolutamente cierto). Pero una mañana, cambió totalmente la forma de dirigirse a mí –“ora si te voy a agarrar las nalgas”-. Sin pensarlo, me salió del alma decirle “pues órale, ya te estás tardando ¡párate!”.

Me metí al museo y él, atrasito de mí. Ahí comenzó la historia. Jamás se imaginó lo que encontraría. Se maravilló de los techos, de las escaleras, se quedó mirando el piso por horas. Obvio, se olvidó de mis nalgas.

Pasé prácticamente toda la mañana enseñándole el museo. Me sorprendió su capacidad de observación, las preguntas que hacía, los detalles en los que reparaba. “-¿Quién es el dueño de todo esto?”- Tú, yo, todos los mexicanos. Es nuestro patrimonio. Después de 139 preguntas yo estaba agotada y él, radiante. Se fue.

Ese día nació el programa “El Museo y los niños de la calle” el cual duró cinco años ininterrumpidos mientras estuvimos en el Munal. Se extendió a todos los museos del INBA; capacitamos al personal de los museos, custodios, guardias de seguridad, guías, promotores culturales en varios estados de la República. Algunos proyectos fructificaron otros, lamentablemente, no.

Aún cuando a varios años de distancia no puedo medir su impacto real, estoy segura que en algo incidimos. Cambiamos mentalidades, rompimos con muchos estereotipos, marcamos un precedente. Sé también que los chavos, aunque sea por un momento, descubrieron otra manera de ver el mundo, se reconocieron sensibles, creativos, integrados. Claro, sin olvidar su realidad inmediata.

Y todo esto viene a colación porque creo que es a través de pequeñas acciones que podemos transformar una problemática. Quizá a una escala menor, pero contundente. Desde nuestra trinchera, tratando de ser mejores personas, predicando con el ejemplo, con actitud y trabajo, compromiso y solidaridad. Para mí, hoy por hoy, esa es mi causa. 

viernes, 7 de enero de 2011

El lector ideal.






El lector ideal
El lector ideal no reconstruye una historia: la recrea.
El lector ideal no sigue una historia: toma parte en ella.
El lector ideal posee una capacidad ilimitada para el olvido. Puede apartar de su memoria el conocimiento de que el Dr. Jekyll y el señor Hyde son la misma persona, de que a Julien Sorel le cortarán la cabeza, de que el nombre del asesino de Roger Ackroyd es Fulano de Tal.
El lector ideal no está interesado en los escritos de Brett Easton Ellis.
Después de cerrar el libro, el lector ideal siente que si no lo hubiera leído el mundo sería más pobre.
Al lector ideal le gusta usar el diccionario.
El lector ideal juzga un libro por su portada.
Cada libro, bueno o malo, tiene su lector ideal.
El lector ideal desea llegar al final del libro y a la vez saber que el libro jamás terminará.
El lector ideal es el personaje principal de la novela que está leyendo.


“Nuevo elogio de la locura”, Alberto Manguel
(Gracias, Fausto.)

miércoles, 5 de enero de 2011

lunes, 3 de enero de 2011

El personaje del 2010*



Es probable que para muchos analistas el personaje del año sea Julian Assange, el creador e impulsor de WikiLeaks. Assange y sus aliados lograron durante 2010 transformar de una vez y para siempre nuestra comprensión del periodismo, de la diplomacia y de la transparencia gubernamental. Otros pensarán, como lo hizo la revista Time al nombrarlo la Persona del Año, en el nombre de Mark Zuckerberg, fundador de Facebook y el más joven de todos los multimillonarios del mundo. Sin embargo, encuentro muchas razones para que el personaje del año, al menos en el ámbito de España y América Latina, sea Mario Vargas Llosa.
Veinte años después del Premio Nobel concedido a Octavio Paz en 1990, las letras en lengua española volvieron a vestirse de gala por la concesión del más importante premio literario a Vargas Llosa.
La casualidad o el destino hicieron que el anuncio de la concesión del premio se produjera pocas semanas antes de la publicación de la más reciente novela de Vargas Llosa, El sueño del celta. Se trata de un libro no solamente monumental por su tamaño (más de 450 páginas, en la edición en español de Alfaguara), sino por el concienzudo trabajo y la exquisita narración con que el autor nos va contando la vida de Roger Casement, legendario irlandés que, a principios del siglo XX, luchó incansablemente contra los abusos de la colonización en el Congo africano y en el Putumayo peruano.
La vida de Casement le sirve a Vargas Llosa para volver a sus temas de siempre, pero ahora lo hace con un refinamiento y una vocación narrativa universal que no aparecen en sus novelas anteriores (o no en todas ellas, al menos). Por las páginas de El sueño del celta aparecen los temas del Vargas Llosa literato y del Vargas Llosa ensayista y pensador político: la lucha contra los abusos de todo tipo de poderes (públicos o privados), la vena libertaria, la pulsión nacionalista y patriotera… y la figura de la madre, como refugio permanente en contra de todas las inclemencias de la vida.
La de Vargas Llosa es una biografía ejemplar, no solamente por su constante e indeclinable vocación literaria, sino también por la firmeza granítica de sus convicciones políticas. Uno podrá o no estar de acuerdo con sus postulados políticos y económicos, pero nadie puede negar la congruencia, la convicción y la inteligencia con que los defiende. Su lucha a favor de la libertad es una de las más admirables en el desolado panorama ideológico de América Latina, en donde el pensamiento liberal no ha sido en modo alguno comprendido.
Quizás el libro que más nos habla de Vargas Llosa como ser humano es la primera parte de su biografía: El pez en el agua, escrito luego de su derrota en la carrera por la presidencia de Perú, frente al candidato Alberto Fujimori, que poco después de su victoria decidió dinamitar la precaria democracia peruana.
La que pudo haber sido una derrota vital de funestas consecuencias fue para Vargas Llosa la excusa para regalarnos un magnífico libro en el que cuenta, alternando los capítulos, los primeros años de su vida (hasta su partida a Madrid, en 1958) y su campaña por la presidencia de Perú a comienzos de los años noventa. Hoy el destino ha puesto a dos de los protagonistas de ese libro en el lugar que merecen: a Vargas Llosa recibiendo el Premio Nobel de Literatura por toda una vida entregada al trabajo creativo y por su irrefrenable imaginación; a Fujimori, en la cárcel por haber mandado asesinar a muchos de sus compatriotas y por ladrón. Qué vueltas da la vida.
El Nobel le llega a Vargas Llosa a una edad avanzada —74 años—, pero en plena madurez narrativa. En varias de las entrevistas que ha dado luego de la concesión del premio ha contado los diversos proyectos que tiene pendientes, y lo mucho que le urge volver a su rutina laboral para completarlos todos. Uno de ellos es la segunda parte de El pez en el agua, que sus lectores aguardamos con genuino interés.
El mejor homenaje que le podemos hacer a quien ha dedicado su vida entera a la creación literaria es leerlo. Volver a sus novelas clásicas, pero también a las más recientes (La fiesta del chivo debería ser lectura obligatoria en las escuelas preuniversitarias de América Latina), lo mismo a que sus ensayos y sus artículos de periódico.
Vargas Llosa se ha convertido ya en un clásico vivo. El reconocimiento mundial que supone el Premio Nobel vino a ratificar lo que miles, acaso millones de lectores habían descubierto por sí mismos desde hace muchos años: leer a Vargas Llosa es leer a uno de los genios literarios más importantes de toda la historia latinoamericana. En el año de su muy merecido Premio Nobel, Mario Vargas Llosa es —según mi criterio— el personaje más importante del año.
www.miguelcarbonell.com Twitter: @miguelcarbonell
Investigador del IIJ-UNAMde 


*Texto publicado con autorización del autor.

domingo, 2 de enero de 2011

Inmaculada*

Sus días trascurren igual, la rutina es la misma, se ha vuelto esclava de su propia cotidianidad. Pero en su caso, todo ha sido elección, no circunstancia. El atuendo de siempre, el ánimo perenne, la mirada distante, el cuerpo vencido. Su oficio no la hace feliz; lo entiende bien, no se puede mentir.

Cada noche se cita con el placer. Llega osada, sin recato, sin descanso. Con cada cuerpo que se posa sobre ella, se transforma, sutílmente, bajo el encanto del grito y del jadeo. Marchados los clientes detiene el vaivén, relaja sus brazos y cierra las piernas, custodiando celosamente la guarida de los deseos.

Se desnuda y despinta. Se lava y se frota. No logra quitar la sensación de labios groseros que la han ofendido, de manos que la insultan, que la marcan. Sabe que masturbándose es la única forma que tiene de volver a ser niña; el trayecto de descubrimiento que realiza sin descanso, cada noche, es la evocación de esa primera vez. No importa cuántos la posean cuántos la toquen, cuántos la penetren. En ese momento, sólo en ese, puede volver a ser virgen, inocente. Tocarse es un acto de fe.

Lentamente, se despoja de ella misma y comienza el ritual de purificación. El pulso acelera; ancladas las manos al cuerpo, explora su piel, recorre las zonas de sus estímulos. Los dedos se deslizan inocentes. Llegan a lo convexo, a lo profundo, a lo sagrado. Los jugos se desbordan impregnando con su aroma el ambiente. Los pezones se encienden, se elevan. Son púrpura y frenesí. Ella renace y regresa la luz a su rostro. Hay destellos en su mirada, se sonroja; vuelve a sentir pudor y se cubre con la manos, como quien oculta la vergüenza.

Antes de caer rendida, saborea sus dedos; el último acto devocional del día. Ya en silencio, se entrega a la gracia del sueño. Inmaculada se sabe, una vez más, libre de culpa.


*Texto elaborado para el concurso "tuiteras prostitutas"