Para ti, que compartes conmigo este trayecto.

sábado, 31 de diciembre de 2011

Corte de caja.

Foto: Daniel Almeida.


Para ustedes.

Limpiar cajones, tirar papeles, sacar lo viejo, deshacernos de lo que no sirve para darle espacio a lo nuevo, a lo limpio, a 365 días por estrenar. Saldar deudas, recordar lo vivido, perdonar y perdonarse los malos ratos y privilegiar los buenos momentos. Despedir lo que se fue y darle la bienvenida a lo que llega. Agradecer lo que siempre está, lo que se otorga, lo que se recibe.

En ocasiones, repasar el pasado tiene un toque de nostalgia, de dolor. Pero saber que se superó, que está en vías de cicatrizar, que seguimos respirando con ánimo de crecer, de aprender y mejorar, nos ofrece una sensación de bien estar. Confiar, con toda la entereza, confiar. Dejar de esperar y actuar, desear pero también realizar, sentir con el compromiso de compartir. Mejorar en lo pequeño para construir lo inmenso, lo valioso, lo que se lleva en el corazón, en la piel, en la mirada. Honrar lo que acompaña.
Se va el tiempo pero no sus lecciones. Se terminan ciclos pero no las oportunidades. Se podrá cambiar de ruta pero los caminos no dejan de abrirse, las posibilidades están ahí, listas para ser descubiertas. Los prodigios pueden darse en cualquier parte, a la vuelta de la esquina, en un cruce de miradas, en la calle transitada o en la soledad de un parque; en un asiento vecino, en la brisa del mar, al pie de la montaña, en una red social.
Hoy suelto un año repleto de intensidades. De cambios y rupturas. De desaciertos (varios) y de naufragios. Pero en ese trayecto, muchos de ustedes me han acompañado; al leerme, al escribirme, al abrazarme. Me han reconfortado, casi sin saberlo, con sus líneas, con sus sueños, con sus bromas, con sus regaños, con sus consejos y, sobre todo, con el privilegio de su amistad. Me han regalado también entrañable poesía, infinidad de música, fotografías espectaculares, información valiosa que me ha enriquecido en lo personal y en lo laboral. Y también hemos padecido juntos situaciones difíciles y dolorosas de nuestro país, México. Todo ha sido un aprendizaje y, en la mayoría de los casos, un gozo. 

Muchas, muchas gracias. 
Abrazo a cada uno de ustedes. Que sea un gran final de año pero, sobre todo, un mejor comienzo. Luz.
¡Feliz 2012!

lunes, 7 de noviembre de 2011

Así.

Para Alicia Alarcón, mi soulmate.

Soy quien borda con la última gota pétalos moribundos.
La que guarda aleteos de colibrí para épocas de calor.

Soy quien sucede en breves versiones vestida de instantes.
La que busca cambiar cerraduras y burlar la apatía.

Soy quien deja huellas de hilos plateados para no perderse.
La que arroja hechizos al viento para que vuelvan en forma de besos.

Soy quien no sigue un libreto porque no es su raíz ni su tierra.
La que a veces se marcha y esconde por temor al abismo.

Soy sentencia, comunicado, pacto y escritura.
Soy conmigo.
Soy contigo.

A.

lunes, 31 de octubre de 2011

Recordatorio.

Foto: Luke Betts.
Aprendí de la estancia de las piedras.
De la lluvia inesperada.
Del arrojo de la brisa.
Y del reflejo incandescente.

Aprendí del fulgor del horizonte.
De la fuerza de lo simple.
Del desafío de un latido.
Y de lo angosto de una grieta.

Aprendí del arraigo de un respiro.
De lo frágil de un adiós.
Del afán de una caricia.
Y de lo necio de un recuerdo.   

Aprendí tanto...
Que ya no sé amar de otra manera.

A.

miércoles, 12 de octubre de 2011

Te aviso.



Foto: Hanna Mae

Hoy no te veré detrás de la ventana.
No te esperaré en el quicio de la puerta.

Hoy te perderás en el vértice de mis muslos.
Mi boca será donde aterrices.

Hoy mi espalda será tu precipicio.
No dejaré reparo en voluntades.

Hoy, por fin, encontrarás guarida.
Mi piel será donde te exilies.

A.

sábado, 8 de octubre de 2011

Octubre: luna rosa.

Foto: Ale Quintero para Pretty In Pink.


Para Tania.
De vez en cuando dejo a mi mano escribir sin pedirme permiso. Dejo a mis dedos teclear, de la misma forma que un músico los dejaría hacer escalas libremente. Entonces mis dedos sueñan que están haciendo música, mis oídos sueñan que la escuchan, mi sangre siente que vibra y mi vida pasa de repente por mis ojos.

Y viajo por el precipicio. Lloro. Siento. Canto. Toco. Juego. Hablo. Grito. Tiemblo. Sueño. Escribo. Río. Dejo a mis manos escribir libremente.
Entonces mis manos recuerdan el día.
El mes.
La hora.

Recuerdan que no hace tanto las cosas eran diferentes.
Mis manos escriben y sueñan que viajan por la piel de una mujer, por sus senos, mis manos recorren con sus propios ojos el cuerpo de una mujer. Lo comprenden. Lo aman. Se convierten en él y lo besan. Mis manos recuerdan. Y lloran. Recuerdan y lloran.

Porque comprenden. Porque saben que hay una lucha que librar. Porque saben que hay una lucha que miles de mujeres ganan día con día. Porque son mis manos quienes saben que todas son triunfadoras, porque son mis manos las que narran sus victorias.

Mis manos escriben por ellas.
Por las mujeres.
Por el mes rosa.
Por el mes de la belleza en la mujer.
¡Gracias! ¡Gracias por ustedes!

La tinta de mi sangre no deja de recordar. Las letras de mis ojos siempre darán vida. Mis ojos viendo por dos. Mi sangre viviendo por dos. Mi vida viviendo por dos. La tinta de mi sangre me llevará hacia ella. Hacia ustedes. Hacia las mujeres y su lucha: la belleza de la humanidad.

José Cohen
www.perspectivaco.wordpress.com



Gracias Ale Quintero por invitarme a participar en Pretty In Pink; porque a través de tu trabajo y entusiasmo me permitiste conocer a mujeres extraordinarias, solidarias, hermosas y que son un ejemplo de vida.

Gracias José Cohen por prestarme tus letras y acompañarnos en este espacio; porque eres generoso y sensible.

Y a ti, Tania, porque estás a punto de librar la batalla y porque lucharla contigo me ha enseñado que no sólo hay que tocarse el cuerpo, sino lo más importante, el alma. Te quiero.

miércoles, 5 de octubre de 2011

Diálogo.



¿Quién eres tú?
¿Qué luz, bajo los párpados,
te llora?
¿Dónde estuviste?
¡Enséñame lo que has escrito!

Yo no le respondí,
no podía decir ni una palabra.
Había roto todos mis papeles,
por no haber encontrado
estrellas en las nubes de la tinta-

¿Qué luz, bajo los párpados,
te llora?
Dime, ¿dónde estuviste?

Y no le respondí.
La noche era una choza beduina.
Las lámparas,
la gente de la tribu.
Y yo, tan solamente
un sol enflaquecido,
bajo el cual la ancha tierra
había cambiado de sitio las colinas.
Mientras el descarriado se encontraba
con el largo camino.


Adonis
Canciones de Mihyar el de Damasco, 1961

jueves, 29 de septiembre de 2011

Duele.



Duelen los bordes.
Duele cuando no se exploran ni se conquistan.
Duelen las fisuras y su melancolía.
Duele cuando predomina el silencio intermitente.

Ármame.


A.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Camina silenciosa a la profundidad.

Alejandra Pizarnik (29 de abril, 1936 • 25 de septiembre, 1972)


...¿Y quién no tiene un amor?

¿Y quién no goza entre amapolas?...



Ojalá pudiera vivir solamente en éxtasis, 
haciendo el cuerpo del poema con mi cuerpo, 
rescatando cada frase con mis días y con mis semanas, 
infundiéndole al poema mi soplo a medida que cada letra de cada palabra 
haya sido sacrificada en las ceremonias del vivir.


A casi 40 años, Alejandra.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Septiembre.

Foto: Alex Jiménez


Septiembre será montaña,
amante de la humedad y
de los sueños de ámbar.


Septiembre será comienzo,
ruta y destino.


Será.
Seremos.


A.

sábado, 27 de agosto de 2011

Las líneas de la mano. Julio Cortázar.



Andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos. 


De una carta tirada sobre la mesa sale una línea que corre por la plancha de pino y baja por una pata. Basta mirar bien para descubrir que la línea continúa por el piso de parqué, remonta el muro, entra en una lámina que reproduce un cuadro de Boucher, dibuja la espalda de una mujer reclinada en un diván y por fin escapa de la habitación por el techo y desciende en la cadena del pararrayos hasta la calle. Ahí es difícil seguirla a causa del tránsito, pero con atención se la verá subir por la rueda del autobús estacionado en la esquina y que lleva al puerto. Allí baja por la media de nilón cristal de la pasajera más rubia, entra en el territorio hostil de las aduanas, rampa y repta y zigzaguea hasta el muelle mayor y allí (pero es difícil verla, sólo las ratas la siguen para trepar a bordo) sube al barco de turbinas sonoras, corre por las planchas de la cubierta de primera clase, salva con dificultad la escotilla mayor y en una cabina, donde un hombre triste bebe coñac y escucha la sirena de partida, remonta por la costura del pantalón, por el chaleco de punto, se desliza hasta el codo y con un último esfuerzo se guarece en la palma de la mano derecha, que en este instante empieza a cerrarse sobra la culata de una pistola.


Julio Cortázar, Historias de cronopios y de famas, 1962.

lunes, 8 de agosto de 2011

Patria es el lugar donde me esperas.

Raúl Garduño (1945-1980)
Para Daniel.


Tus ojos tienen el color del árbol,

la honda cicatriz de la tristeza,

la huella profunda del profundo barco;

pero muerte también, también estrella

agotada en el fiel sentimiento.



Si tienes alas, palabra,

no salgas a la calle

donde el viento es una rama tísica.



Sal a mi corazón

y construye un hondo cementerio

y entierra para siempre la soledad. 


Raúl Garduño, Advenimiento de la palabra (fragmento)

jueves, 4 de agosto de 2011

Mi cita de los miércoles.


Foto: Mark Tapley





Para Ofelia, Susana, Aurora, Raúl, Daniel y Porfirio.
Don Raúl es un hombre alto, de sonrisa franca, camina erguido y confiado. No es casual que sus compañeros lo observen con respeto y lo traten con admiración y recelo. Le gusta pasar las tardes en la terraza, sentado en la mecedora, pelando naranjas con su navaja mientras tararea canciones que sólo él conoce. Sus hijos le prometieron que en cuanto acondicionaran un lugar, regresarían por él. Han pasado casi diez años.


Doña Ofe es muy bonita. Su piel blanca contrasta con el azul de sus ojos. Cuida mucho su apariencia. No importa si se agudiza su enfermedad y debe permanecer en cama, ella siempre está peinada y perfumada. Todas las mañanas, al despertar, cuenta con calma y cuidado, los frascos de perfume que tiene acomodados por tamaño en su buró. Uno por uno los limpia, los abre para olerlos y muy sonriente, los vuelve a poner en su lugar. Le gustan los espejos y se mira en ellos con gran alegría, como si el tiempo no pasara, como si viera reflejado un recuerdo, una imagen congelada. Tiene 90 años.

Aurora es refunfuñona, con voz ronca, grandes lentes y cara regordeta. Presume de cocinar los mejores tamales norteños y de ser una gran jugadora de póker. No pasa un día que no discuta con Mireya, la enfermera, a quien acusa de no tener la comida a tiempo, de perder las fichas del Bingo, de esculcarle sus cajones -Ora verás, Mireya, le voy a hablar a la policía-. Pelea con su vecino de cuarto y lo amaneza diciendo que no le dará el gusto de suicidarse. Es una buena persona; la falta de cariño la hace ser respondona y agresiva. Se calma cuando escribe, cuando manda cartas a parientes 'imaginarios' y, sorpresivamente, es la que más me extraña cuando me tardo días en aparecer.

La Srita. Susana es una mujer culta, que en sus ratos de buen ánimo y lucidez, recita poemas de García Lorca y canta canciones de María Grever. Le molesta la luz que de pronto ilumina su ventana, pero no deja de mirar a lontananza.  Sus nietos la visitan esporádicamente; cada vez que lo hacen, llegan cargados de regalos. No es raro que a la hora de la limpieza, Doña Licha encuentre chocolates dentro de los floreros, caramelos en las macetas o un par de aretes entre las ollas de la cocina. Ya sabe que son los ‘tesoros’ de Susy. Ella vive en su mundo; no hay conciencia de días, ni de calendario, ni de relojes. Es dueña de su tiempo. Tiene principios de Alzheimer.

Don Daniel tiene la bondad en el alma y una sonrisa perenne. Nadie podría imaginar que las grietas de su rostro guardan tantas penas, tanto esfuerzo y caminos recorridos. Lleva el trabajo labrado en sus manos. No hay rendija por la que se le cuele la fatiga; parece que nació para moverse, para ayudar; es dispuesto y servicial, -yo para todo me alquilo-, dice con tono sincero. Si se necesita arreglar algo, Don Daniel, que hay que pintar un pasillo, Don Daniel, que si alguien sabe cómo se instala la nueva manguera, pregúntele a Don Daniel. Usa sombrero y botas, no importa el clima ni la época del año. Cada encuentro, me pide que le lleve cigarros a escondidas, que ha encontrado un buen método para no dejar rastros de olor. Y hasta ahí me quedo, no les puedo contar más porque es nuestro secreto.

Por último, Don Porfirio (mi consentido, he de confesar). Es un eterno enamorado, detallista, curioso, muy gentil. Tiene una gran capacidad narrativa. Es fascinante escucharlo contar todas las peripecias que tuvo que sortear para cruzar la frontera, los años que trabajó en la ‘pisca’ de algodón, y  cómo se robó a su novia en un pequeño pueblo de Zacatecas. Cada uno de sus relatos lo viste de gran pundonor, incluso los más insignificantes. Es un conversador delicioso. Hay tardes en que no hablo, sólo me dedico a escucharlo. Le gusta mostrarme sus viejas fotografías y su colección de diccionarios; es un amante de las palabras. Con tristeza me doy cuenta que, a una gran velocidad, está perdiendo la vista.

Con ellos me reúno cada miércoles para leer y escribir; éste es nuestro día pactado. A veces, nuestras citas son muy temprano, conforme se van despertando o en la tarde-noche, antes de la merienda. Sin embargo, procuro darme unas escapadas durante la semana. Hemos tejido un lazo muy entrañable, de mucho afecto. Somos familia.

Llegué a la residencia para 'abuelitos' hace casi dos años por una nota en el periódico. El articulo explicaba el trabajo que se realiza en los asilos, la forma y las acciones que se requieren para operar y mantenerse, y me llamó la atención que muchos de estos lugares sobreviven, además de por donativos y patrocinios, gracias al trabajo y esmero de un grupo importante de voluntarios. Me interesó participar.

El asilo que me asignaron después de una entrevista, acababa de recibir, como cosa del destino, una donación de libros para formar una pequeña biblioteca. Sugerí a la directora aprovechar esa circunstancia para desarrollar un programa de actividades en torno a la lectura. Así comenzó la aventura. De cuentos y novelas cortas, a poesía, ciencia ficción, temas históricos, suspenso, religión y hasta cocina. La dinámica era grupal; en un cómodo salón nos turnábamos para leer, hacíamos pausas para comentar y cerrábamos con ejercicios de memoria y una reflexión final.

Los primeros meses fue todo un reto lograr su participación; animarlos a verbalizar se convirtió en una tarea titánica. Aprendí lo importante que es considerar la hora del día, las actividades previas, los medicamentos y estados de ánimo, para escoger el libro correcto, la página exacta; buscar la entonación adecuada para despertar el misterio y mantener el interés y, sobre todo, reconocer el momento indicado para dar por terminada la sesión.

En contraparte, resultó muy emocionante reafirmar cómo las palabras sugieren caminos y travesías, cómo modifican la realidad y nos regalan grandes revelaciones en pequeños actos cotidianos. Me daba la impresión, de que a través de la lectura, mis ‘abuelitos’ trataban de recuperar años, imágenes, vivencias, pero que no sabían por donde comenzar. Una suerte de conjuro donde en cada historia, en cada protagonista, se recuperaran un poco, si es que acaso se puede, del abandono repentino, del olvido a cuentagotas, de  promesas incumplidas.

Fue muy importante entender que la manera en que buscan alargar sus días, es a través del vínculo con sus recuerdos. Que la experiencia de leer y de escribir, va más allá de un pasatiempo; adquiere una categoría vital, mezcla de regocijo y santuario.

Poco a poco hemos cambiado el formato y el manejo de los tiempos.  Ahora las sesiones de lectura son individuales -evidentemente por cuestiones de edad y por la progresión de las respectivas enfermedades-; decidimos enriquecer las dinámicas e incorporar el género epistolar. Escribímos y leemos cartas y se ha creado un vínculo de confianza invaluable. 

De pronto te conviertes en testigo y puente de amores, en espía y cómplice de circunstancias. Entiendes lo sagrado de una confesión. Puedes oler los años y las emociones en sus letras, las ganas que se guardan y contienen al cerrar el sobre. Participar en el ritual.

Hoy no me reconoció la Srita. Susana; Aurora escribió una carta hermosa para su hijo 'imaginario' y Don Porfirio batalló mucho para leer. Sus ojos ya no responden.  Sentí tristeza, sentí coraje y sentí mucha frustración. Tuve que salir a tomar aire y, mientras caminaba, imaginé todos esos laberintos que llevamos dentro y cómo, cada quién, con nuestras formas y recursos buscamos, incesantemente, la salida.

Cuántas lecciones ponen a prueba nuestra fortaleza. Quizá, sin notarlo, armar tantos pedacitos de nostalgia también fractura. Las ausencias son injustas porque no se eligen, porque son inciertas. Pero sé que mis ‘abuelitos’ no están preparándose para partir. En realidad, están aprendiendo a vivir.

A.